La respuesta existe y no es ningún super secreto o poder especial disponible solo para unos pocos privilegiados.

Y un narco al que le di mi dinero feliz de la vida hace algunas semanas me recordó una vez más cuál es la respuesta.

Esa que tú necesitas para generar el mismo efecto en tus clientes y en tu bolsillo.

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El tipo se veía de temer… 

Tatuajes por todo el cuerpo, más cadenas que cantante de reggaetón y una forma de vestir que te harían cruzar a la calle del frente si te lo encuentras en una noche oscura.

Yo era nuevo en el barrio, así que no conocía mucha gente, pero me dijeron que podía ayudarme con mi problema y por eso decidí buscarlo.

Y como ya lo tenía al frente, no había nada que hacer. Así que cerré los ojos y le expliqué mi situación: “Según la pantalla es un tema de temperatura, me dijeron que tú podías arreglarlo.”

“Ahh se pegó un calentón” me dijo… usando un lenguaje que solo aumentó mis sensaciones previas… “Pasemos al taller”, agregó.

La verdad no sabía qué hacer, parecía más que me robaría el auto a que pudiera repararlo. O que en el mejor de los casos llegaría la policía buscando droga y yo terminaría metido en tremendo lío.

Pero era la mejor opción que tenía (según me habían dicho) en varios kilómetros a la redonda

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Así que puse mi mente en blanco y movimos mi vehículo pasando por un viejo portón metálico que daba a un sucio patio trasero.

Y entonces pasó algo increíble…. 

Algo que me golpeó directamente en la cara recordándome lo prejuiciosos que somos como seres humanos.

Y la razón por la que muchos excelentes profesionales no logran abrirse espacio en el mundo online.

Resultó que el tipo era más bueno que el pan…

Y no solo en el sentido de ser buena gente, sino que también era una  especie de Leo Messi de la mecánica.

En cuestión de unos minutos descubrió lo que causaba el problema y me lo explicó con detalle mediante una prueba en tiempo real.

No conforme con eso me llevó en su propio auto a comprar los repuestos, no sin antes advertirme cuanto tenían que cobrarme para que no me vieran la cara.

Y una vez de vuelta en su taller, me explicó cada cosa que le estaba haciendo al vehículo usando un lenguaje tan simple que hasta mi abuelita hubiera entendido.

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Yo estaba en Shock

¿Como era posible semejante contradicción entre lo que vieron mis ojos al principio y lo que realmente había delante de mí?

Sin darme cuenta, antes que el terminara de hacerle los últimos ajustes a mi auto yo ya tenía el dinero en la mano para dárselo con gusto.

Pero si tan solo me hubieran mostrado una foto de él o de su taller antes de conocerlo, no le llevaba mi auto ni a palos.